jueves, 9 de junio de 2011

HISTORIAS: SUSURROS Y PASOS EN CAYASTÁ

En 1651, el procurador de Santa Fe consiguió por fin el traslado de la ciudad a orillas del río Grande del Salado. El pedido era comprensible: las constantes crecientes anegaban sistemáticamente las partes bajas de la ciudad y la aislaban por completo. Así comenzó una singular historia que culminó tres siglos después, cuando el gobierno santafesino inició excavaciones en Cayastá para determinar el antiguo emplazamiento de la ciudad. La tradición popular nunca había dudado del sitio donde había sido levantada inicialmente la capital, hasta tal punto que, en 1923, la conmemoración del 350º aniversario de su fundación tuvo como acto central la inauguración de un monolito en el lugar señalado por la leyenda. Confiando también en la memoria colectiva, el doctor Agustín Zapata Gollán, director del Instituto de Estudios Etnográficos y Coloniales, hundió su piqueta junto al monolito.

Foto galería de Pablo Palmeiro


Las excavaciones dieron nada menos que con las ruinas del templo de San Francisco. A un costado de lo que fue el altar mayor, aparecieron los esqueletos del legendario Hernando Arias,más conocido como Hernandarias, y de Jerónima de Cabrera, su esposa.

Poco a poco salieron a la luz las principales construcciones de la antigua ciudad: los diferentes templos, las viviendas particulares, los cementerios y hasta la Plaza de Armas.La vida cotidiana de lejanas épocas afloró a medida que iban siendo rescatados de la tierra diversos objetos, como piezas de vajilla, incluso algunas de origen japonés.El hallazgo de un viejo plano de la ciudad facilitó aún más la tarea.Gruesos muros de adobe indican la solidez de las edificaciones, cuyas estructuras básicas se mantienen a pesar de que, una vez abandonada por los blancos, fueron incendiadas por los indios.
Para preservarlos, los restos fueron apuntalados por diversas estructuras de madera, circunstancia que acentúa el aire fantasmagórico del lugar.
Entretanto, las leyendas populares continúan entretejiendo sus mitos:¿quién puede negar que, ciertas noches, se oyen susurros y pasos?


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