lunes, 11 de abril de 2011

LA REINA QUE ENLOQUECIÓ POR AMOR

Bastó con que se miraran a los ojos para que aflorase una pasión irrefrenable.
Tras la boda, y a medida que el tiempo pasaba, su amor por Felipe crecía con el mismo ritmo que la desconfianza y la sospecha de no ser correspondida. Su apolíneo consorte se dedicaba a hacer lo que mejor sabía: cortejar a toda mujer bella y noble que se le cruzara. Frívolo y superficial, apegado a los placeres y al lujo, se sentía incómodo en España, donde tenía que llevar una vida austera, totalmente ajena al refinamiento y las diversiones de la corte flamenca. 
Cuando por fin decide volver a Flandes, Juana queda sumida en la desesperación.Su dolor la enajena tanto, que toma una determinación: seguir a Felipe a Flandes y ser una esposa como Dios manda. Los Reyes Católicos le ruegan que no abandone España, pero su decisión es muy firme.
Al llegar comprueba que su esposo pasaba el tiempo haciendo vida de soltero. Tenía una novia, una mujer noble, bellísima y muy destacada socialmente por su simpatía y su histrionismo.
CARLOS V DE ALEMANIA
Perturbada, Juana mandó castigarla severamente, exigiendo que le cortaran el pelo hasta la raíz. Felipe reaccionó insultándola y pegándole.

Pero a pesar del abismo entre ellos, en 1500 nace el primer hijo de ambos: sería el futuro Carlos V de Alemania (Carlos I de España).
A pesar de su maternidad, la vida de Juana se complicó mas aún. La educación de su hijo fue motivo de discusión y nada de lo que ella había planeado para él pudo cumplirse.

Al morir sus hermanos y su madre, hereda el trono. Pero Juana no vivió para gobernar: su mente no aceptaba más que amar y sufrir por su marido. Felipe intentó intrigar para sacar del poder al padre de Juana y desplazar a Carlos, su propio hijo.
Pero la solución ante tantos problemas vino de manera inesperada: un frío día de septiembre Felipe buscó diversión en Burgos. Tras disputar un agitado partido de pelota, cansado y sudoroso, bebió un vaso de agua helada que le produjo una severa inflamación faríngea y un estado febril que lo llevó a la muerte el 24 de septiembre de 1507.

Cuando Juana recibió la noticia, no derramó una sola lágrima; pero su rostro adquirió para siempre un rictus de desconsuelo. Enterró a su marido de manera provisoria en la Cartuja de Miraflores. Juana no dejó de ir ni un sólo día a la cripta; pedía a los monjes que abrieran el cajón para acariciar a su marido. Le aterraba pensar que podrían llevar a su marido a Flandes y necesitaba constatar a diario de que el cuerpo seguía estando allí.
El 20 de Diciembre de ese año, retiró el cajón del monasterio y comenzó un lúgubre vagar por campos y ciudades abrazada al ataúd.


Con sólo 28 años y dos hijos,madre del futuro rey Carlos V, Juana se transformó a partir de ese momento en una mujer patética. Finalmente, recaló en Tordesillas, a orillas del río Duero, y depositó el cadáver en el monasterio de Santa Clara, en un lugar que ella podía vigilar desde su habitación privada.

Sus días terminaron a los 75 años, entre el amor y la locura, el poder y el abandono. Ella murió apasionada.

Capilla Real de la Catedral de Granada
Mausoleo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso






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